viernes, 11 de marzo de 2011

Me Llamará Papi

Me voy acostumbrando a una nueva identidad.  Desde las primeras visitas al médico, yo ni nombre he tenido.  En cada cita, podría ser yo cualquiera de los varios con los codos en las rodillas y la cara en las manos.  O bien, me podrían confundir con cualquier lindo anciano, con el bastón en una mano y el 20 Minutos en la otra.  Daría casi igual.  Pues, desde hace tiempo en los hospitales suelen ponerme el sobre generalizado nombre "acompañante."  Y si me porto bien, quizá me pongan "pareja."  Nada de "paciente" o "marido" o "Andy" (qué va!), ni siquiera al contribuir algún análisis sanguíneo.  A veces tengo suerte si aun me reconocen la existencia con una simple sonrisa.  Todo se trata de la preciosa y del tesoro que lleva dentro.

Pero puede que los médicos (cuyos nombres tampoco sé) posean cierta sabiduría que pretendan pasarme.  Pues, al crío que desde las 24 semanas de gestación le falta poco más que engordarse, yo seré Papi.  No me llamará ni "Andy" ni "Don Andrés" ni cualquier otro apodo que me hayan puesto los familiares y amigos.

Yo seré Papi.  Y al escucharle decírmelo, vendrá a ser cada vez más la sonora identidad a la que clamo. Ni querré ser el de antes, como se llamara, porque no lo seré.

Me llamará Papi.  Así de simple, el peque mismo me cargará de un chorro de sobrenombres envueltos en ese título.  "Papi (Mi Protector), despiértate a rescatarme de mis pesadillas!" "Papi (Mi Superhéroe), aviéntame como Superman!" "Papi (Mi Maestro), explícame el mundo!" "Papi (Mi Proveedor), tengo un hambre pa' matar!"  "Papi (Marido de Madre), enséñame a amar!"  Y para entonces me valdrá lo que antes me llamaran (o no).

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