martes, 25 de enero de 2011

Vivir Contando

"Lo que pasa en esta casa queda en esta casa." Tales palabras brotan de los labios de traviesos y familias bien tejidas.  ¿Quiénes de nosotros no hemos beneficiado por algo de la bella libertad de portarnos como queramos, vestidos (o no) como nos dé la gana, contando con que no se hable fuera de ese ambiente?

Pero igual que proclamar que Dios es amor, cuando en realidad actuamos como si fuera el amor Dios, nos engañamos al proclamar la casa como el ombligo del mundo.  De tal manera, las proféticas cuatro paredes vienen a entenderse como nuestro mundo, no sólo el comienzo de nuestra historia.  Hacemos bien al recurrir a las raíces para alimentarnos el cuerpo y el alma.  (Me muero por un elote fresco de los campos de Indiana, donde residen mi linda y extensa familia!)  Pero, vaya tragedia si mediante el sofá nos mantenemos al tanto de un mundo exterior que dejamos que otros vivan por nosotros.

Si en cualquier momento me pusieran a prueba con los videojuegos, saldría con los pulgares hinchados y el tanto en cero.  Si este año me preguntaran por lo deportivo, no sabría qué comentar fuera de La Liga y el triste dopaje.  Y si mi paladar no detectara el lindo sabor del aceite de oliva en todo, estaría fuera de serie.  Pero si me preguntaran por el bello silvestre más allá del seguro conocido, tendría bastante que aportar.

sábado, 22 de enero de 2011

Sierra Nevada

El carpe diem y yo siempre hemos batallado.  A veces brota desde lo profundo de mi ser una practicabilidad demasiado potente para que viva el momento a su máximo.  Así fue hace una semana, cuando por una invitación espontánea y que quizá no se repita, me encontré en la preciosa Sierra Nevada.  Los dueños de nuestro piso también lo son de un condominio en los picos de Granada, y nos invitaron a un fin de semana en la nieve.

Confieso lo extraño de volver a ver la nieve en el sur de España, en vez de en la tundra del Medio Oeste de Estados Unidos.  Pero lo más absurdo fue batallarme el deseo de conseguir unas lecciones de esquí.  Lo práctico de mi psique se fijaba en el coste, mientras lo aventurero ya formulaba la manera de contar las potenciales buenas.  Al final, ninguno de los dos triunfó, puesto que había vacilado tanto que, al llegar a los comienzos de las rutas por la telecabina, ya era demasiado tarde contratar a los instructores.  Hubiera tenido que bajar a la plaza baja para alquilar el equipo y volver a subir con ello.  En fin, a quien madruga, Dios le ayuda.

No obstante, no ha sido del todo una pérdida de una oportunidad.  Mucho menos, lo he pasado genial con mi linda Jamie.  Como campeona y sin quejarse ni pío de la larga caminata hacia la plaza baja, me acompañó a todas partes accesibles para los peatones no-esquiadores.  Así se me abrió la vista hacia lo vasto que nos rodeaba, igual que a lo que nos espera en el parentesco.

Algún día cercano le contaremos a nuestro hijo las aventuras nuestras.  Algunas serán favoritas suyas tanto por su riesgo como su misterio, mientras otras le entretendrán por su comedia o sus lecciones.  Pero sobre todo, quiero que nuestra historia le comunique una constante victoria sobre las sierras de duda, de miedo, de oportunidades perdidas y ganadas.  En fin, quiero que de nosotros aprenda a vivir.

miércoles, 12 de enero de 2011

Volviendo a lo saludable

Lo que más me consta de la rutina americana es el tener que subir al coche para ir a cualquier parte.  Aun en un vehículo lujoso me sentía raro cada vez que rodeaba.  Se me subía la presión arterial por miedo a chocar, por padecer de la libertad de andar, y por el gasto obligatorio asociado con el transporte propulsado por el combustible.  Lo raro es que me ocupaba la mente constantemente la obligatoria selección de un nuevo coche al volver.

Para entonces extrañaré a mi Sevilla.  Aquí, adondequiera que vaya es a pie o por transporte público.  No conduzco a ninguna parte, y me encanta.  Además, siento que podría andar por horas sin cansarme, y seguramente sin accidentarme en la jungla motorizada de las calles suburbanas.

Puede que esto lo busque allá, o bien busque otra forma de volver a esta querida ciudad.  Mi corazón lo anhela ahora más que nunca.