viernes, 4 de febrero de 2011

Roma a lo Jet-Setter

¿Cómo relatar en los recomendados tres párrafos o menos la magnitud histórica de Roma?  Enfocarse en cualquier época, o peor en cualquier grupo que ha pisado sus siete colinas, arrasa de la visita las huellas de los significantes demás.  Igual, recorrerlo todo en una panegírica vacación nubla los imprescindibles detalles que destacan lo romano del resto del mundo.  En fin, cada uno de los siete días que la experimenté me dejaron agotado por sus subibajas y atónito ante sus maravillas.

Admito cierto orgullo por no haber llegado del todo ignorante.  Me negaba navegar el adoquín romano sin informarme de lo monumental que le daba sombra.  Gracias a los tomos de Justo González y unos recorridos turísticos preparados hace meses por una amiga experta, pude navegar el laberinto socio-cultural y distinguir entre sus influencias temporales.  Pero ni una mente enciclopédica ni mil expertos a la orden acabarían con todos los secretos de esa majestuosa antigüedad.  Estorbaría igual el cansancio, aun por el buen esfuerzo de mis nuevos Keen.

En fin, siempre triunfa el verdadero encanto de Roma.  Pues, hace mucho dejó de invadir terrenos, y ahora conquista por turismo a sus miles de visitantes anuales.  Muchos buscamos poner fin a la ansiedad temporal, de cicatrizar el hueco sentimental por no haber experimentado Roma.  Otros de nosotros descubrimos que al saborear su encanto nos arde la huella a cuya antigua grandeza quisiéramos pertenecer.  Pero siempre hay más, y todo importa.  Y mientras vamos siendo e importando menos nosotros, queda Roma eterna, invicta.

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