viernes, 29 de abril de 2011

"No me llama la atención, ¿sabes?"

Si fuera por el pronóstico convertido en un cierto diluvio, tenían razón los que huyeron de la bulla.  Al final fueron las aguas celestiales, no el paro ni el la incredulidad, que extinguieron las esperanzas tanto procesionales como económicas.  Los insensibles chubascos parecían formarse hasta en las pupilas de los feligreses, que se derritieron ante el incumplimiento de su ardua preparación.  De otra forma se repetía la Semana Santa 2010, viendo a sus aficionados regar a la sedienta economía sevillana con sus más de 3.000 millones de euros.  Al final la consumición del 2011 se marcaría más por refugiarse que celebrar.

Pero, al ver que las aguas caían por toda Andalucía, quizá se confundiría uno al ver que los que podían se iban de Sevilla.  "Sevilla? Para estudiar. Yo? A mi pueblo!"  "Para uno de afuera, claro, es algo muy espectacular, pero para mí, la playa." O, el más secamente definitivo, "no me llama la atención, ¿sabes?"  ¿Cómo no saldrían a ingerir las procesiones que contaban con tan larga y bella tradición?  Por mi parte, había que aguantar las gotas para luego no llorar el estar sin presenciar.



Decidido, salí a la calle en cada infrecuente momento soleado, armado únicamente con mis dos cámaras.  Pronto me encontraría arrastrado por las bullas unidireccionales, sin poder escaparme de la ola de pisoteos, codazos y empujones.  Estaba mar adentro, y mi única salida era seguir la corriente hasta donde desembocaba la procesión.  Y de repente me enteré.  Había confundido la Semana Santa por la Semana Serena, y terminé anhelando el calmante suspiro desde la orilla de la procesión, o quizá un poquito más lejos aún.

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