lunes, 9 de mayo de 2011

La Feria de "Abril"


Primero que nada, me tengo que arrepentir.  A finales de abril relaté la supuesta esencia de la Feria Sevillana a mis familiares con un simple, “es como la Feria Estatal de Indiana, excepto que la gente se viste muy guapo.”  Así de necio, igualé un festival netamente campestre, con su ganado y su gente sobre-alimentados y rítmicamente emaciados, a una poesía de farolillos iluminando el compás de trajes de flamenca en baile y paseo.  En fin, había comparado un eructo al canto del loro.

Lejos de menospreciar el valor de los frutos agrícolas, simplemente he llegado a estimar la Feria de "Abril" (oficialmente en mayo este año).  Aquí no se trata tanto de exponer, sino de participar.  La celebración se hace al llegar la gente y se acaba a las quién-sabe, no al conocer los resultados de alguna competición del puerco más gordo, del maíz más dorado,  o de la artesanía más delicada.  Casi ni hay que moverse para poder sentir el latido de la Feria de Abril-ayo, que al pasar por la gran puerta alusiva a Magallanes te arrastra como el mar.
                                             
Tanto me encantó el "Alumbrao" del lunes 32 de abril (ole, anuncio de CruzCampo) que determiné no faltar ningún día oficial de la Feria.  Así fue que, una por una, las tarde-noches me aportaron un sinfin de imágenes, montones de churros, sorbos de rebujillo, y un pellizco de baile, siempre con amigos o, cuando pudieron, mi mujer y mi hijo (aún sin haber nacido, pero comunicando su alegría a patadillas).  Jamás me ha tocado mayor motivo de acabar tan rápidamente con los deberes de día para tener las noches libres.  La Feria me había captado el corazón, y por una semana viví por ella.



Pero, si hubiera un libro
de quejas disponible a los clientes de la Feria, una sobria queja tendría que plantear: 



¡que se haya acabado!

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